Había una vez un hombre en el Reino de Qi que tenía sed de oro. Una mañana se vistió con elegancia y se fue a la plaza. Apenas llegó al puesto del comerciante en oro, se apoderó de una pieza y se escabulló.
El oficial que lo aprehendió le preguntó:
– ¿Por qué robo el oro en presencia de tanta gente?
– Cuando tomé el oro – contestó –, no vi a nadie. No vi más que el oro.
Moraleja
La avaricia no nos deja ver el resto de las cosas que hay a nuestro alrededor.