Una mosca se posó en la lanza de un carro e increpó a la mula en
estos términos:
«¡Qué lenta eres! ¿No quieres avanzar más deprisa?
Mira que te puedo picar en el cuello con mi aguijón».
La mula respondió: «Tus palabras no me preocupan.
A quien temo es al que, sentado en la sinal de delante,
gobierna mi yugo con el flexible látigo
y contiene mi boca con el freno lleno de espumas.
Por ello, depón tu frívola arrogancia,
pues sé cuándo debo remolonear y cuándo correr».
Moraleja:
Esta fábula sirve muy bien para ridiculizar a quien, sin tener fuerza,
lanza vanas amenazas.